Navegando por internet encontré hace no mucho un sitio web muy ‘interesante’. Llegué a una página donde ofertaban logotipos… por 19€!!!! Lo que más me sorprendió no fue el precio, que ya es ridículo, sino los mensajes que acompañaban a tan encomiable oferta; se podían leer mensajes como: único, original, logo ideal… conceptos que, acompañados por ese precio imbatible, son contradictorios de por sí.
Como la curiosidad me picaba a muerte, eché un vistazo al porfolio y… ahí estaba la respuesta a todas mis preguntas. Los imagotipos que aparecían estaban sacados de páginas de recursos vectoriales, es decir, algunos de ellos ya existían, y el resto parecían un carrusel de iconos generalistas a los que se les había añadido un nombre comercial, sin conexión entre ellos.
De inicio no dudo de la profesionalidad de nadie, y entiendo que hay diseñadores en partes del mundo para los que 19 euros puede ser mucho dinero. Pero por muy productivo, eficiente y profesional que seas, me parece prácticamente imposible que una identidad corporativa medianamente coherente se pueda desarrollar sin tener contacto con el cliente, únicamente vía mail o con alguna llamada, ¡como el que pide una pizza!.
¿A dónde quiero ir a parar? A la degradación constante que sufre nuestra profesión día a día. Packs de imagen corporativa y web a precios imbatibles, 2×1, e-commerce a 400€ y opel corsa de regalo!!!! Si a eso unimos que casi todo el mundo tiene un primo o una amiga que ha hecho un cursillo de Freehand y también trastea con Photoshop, haciendo las delicias de toda la familia, llegamos a estos puntos surrealistas.
Es difícil explicar muchas veces todo lo que conlleva nuestra profesión (las horas de investigación, de formación constante, de desarrollo de bocetos y gestión, la depuración de los diseños…), pero creo que está en nuestra mano poder co[] [/]municar a nuestros clientes la relevancia que tiene una identidad visual coherente y profesional. Difícilmente podremos reivindicarnos tirando los precios por los suelos y prometiendo cosas que son del todo inviables por ese dinero.
Recuerdo una frase que me dijeron cuando empezaba a estudiar diseño: ‘una gráfica no debe ser BONITA, debe funcionar’. Entiendo que existe un componente subjetivo asociado a toda imagen, y esta evoca en el receptor un montón de sentimientos. El concepto ‘bonito’ o ‘feo’ entran en ese ámbito de lo subjetivo, pero nuestro trabajo no consiste en hacer cosas bonitas, sino cosas que funcionen y que cumplan los objetivos marcados. Y quizás sea este último punto lo que más cuesta entender al público. En mi opinión, nuestra profesión se basa en conceptos técnicos y metodologías, en la experiencia a la hora de aplicarlas y sobre todo en primar el mensaje por encima de modas, tendencias y gustos personales. ¿Qué necesitamos para poder realizar todos estos puntos de una manera eficaz y con un final feliz?… normalmente tiempo y dedicación. Y el tiempo y el buen desarrollo de una identidad cuesta dinero.
Por eso me gustaría que cuando alguien decida montar una empresa y dedique tantísimo tiempo en informarse, realizar trámites, planes de empresa y viabilidad,… y deje para el final la elección de una marca para su empresa, se pregunte si todo ese trabajo y dedicación se puede reflejar correctamente a través de un logotipo que cuesta lo mismo que ¡unas hamburguesas con patatas!
Yo tengo clara la respuesta.